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Septiembre 2014
A Comer en Hoteles.

Comer en un hotel suena a plan acartonado, incluso aburrido. Pero en los últimos años comenzaron a surgir propuestas mucho más estimulantes y cercanas a la experiencia diaria. Los hoteles salieron a competir directamente con los restaurantes y buscan hacerse de un público cautivo más allá de sus pasajeros eventuales.

ARTE EN EL PLATO
El arte es el tema del Alvear Art Hotel –hermano menor del Hotel Alvear, inaugurado en mayo de 2013– y, por añadidura, de su restaurante Contraluz. Comenzando por el nombre y continuando por la ambientación del salón, en la que sobresalen tres elementos: la colección privada de pinturas de la familia Sutton (propietaria del hotel), el enorme ventanal intervenido por Sofía Wiñazki (artista joven y talentosa) y el techo vidriado por el que, en noches claras, se filtra el cielo estrellado. Pero hay más: la presentación esmerada de los platos y las cenas pictóricas que se organizan todos los meses en el restaurante –el 21 de octubre se celebrará una inspirada por Degas y el 25 de noviembre será el turno de Berni– completan la inclinación artística de Contraluz.

Antes de comer, es casi obligación hacer una parada por la barra del hotel, de estilo años ’50 y cuya carta fue armada por Tato Giovannoni, con cócteles que llevan su firma y otros que fueron creados por bartenders legendarios de Buenos Aires, como Rodolfo San o Santiago “Pichín” Policastro (un ejemplo, el Copete: gin, kirsch, Grand Marmier, maraschino, vermouth seco y Angostura Bitters). Aunque es tentador, no es necesario sentarse a la barra, también se pueden pedir los tragos en el restaurante.

Entre los platos de la carta nueva, creada por el chef Daniel Godoy, hay ancas de ranas acompañadas por un risotto con lima y mascarpone ($190), ceviche con caviar de cilantro y canchita crujiente ($150) y mollejas de cordero con aligot de papas y queso de oveja ($170) –todos estos entradas–. Como principales, bife de chorizo ahumado con espinillo, papines andinos y ragout de maíz y panceta ($270) o ñoquis de remolacha. La carta es corta, apenas once platos entre entradas y principales. Los postres, a cargo de la pastelera Florencia Telkechea, son decididamente tan lindos como ricos: en particular el de pistacho-berries-lavanda ($100) y la reinterpretación de la Selva Negra (también $100) que, sin exagerar, no desentonaría expuesta en un museo o bienal de arte.

Contraluz queda en Suipacha 1036. Teléfono: 4114-3433. Horario de atención: todos los días al mediodía y de lunes a sábados por la noche.

FUENTE: PÁGINA 12 - RADAR
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